El continuo cambio de los mercados y la evolución de la sociedad determinan en gran medida las características con las que una empresa debe contar si quiere sobrevivir en el mundo empresarial. En este sentido, en los últimos años se ha visto incrementada la importancia de cuidar no solo el aspecto financiero de una organización, sino también su sustentabilidad social y medioambiental. Esto es debido a que cada vez son más los consumidores que demandan una responsabilidad ambiental corporativa por parte de las empresas.
Y aquí es donde surge el modelo Triple Balance de Resultados (Triple Bottom Line en inglés), un conjunto de criterios que sirven para medir el desempeño económico, ambiental y social de una empresa o, lo que es lo mismo, una guía para implementar un modelo de desarrollo sostenible:
1. Aspecto económico: Se refiere a los índices de productividad, salarios, beneficios, inversiones, cumplimiento de las obligaciones fiscales…
2. Aspecto social: La seguridad e higiene en el trabajo, la no discriminación, satisfacción laboral, liderazgo, transparencia, ética corporativa…
3. Aspecto medioambiental: Reciclaje, no contaminación, uso de energías renovables…
No obstante, si bien es cierto que el TBL ayuda a las empresas a optimizar el desempeño de sus funciones en los ámbitos económico, social y ambiental, en los últimos años ha comenzado a surgir una idea que parece superar la visión de este Triple Balance de Resultados. Se trata del Triple Top Line, un modelo que no excluye del todo al TBL, sino que simboliza un nuevo paradigma en la economía moderna.
Y es que los mercados ya no miden el éxito de una empresa únicamente en términos financieros, sino que su sustentabilidad social adquiere cada vez más fuerza.
Cada vez se recompensa más a empresas que siguen estos conceptos debido a su compromiso social y medioambiental.